El barrio chino de Milán, una víctima colateral del coronavirus

 

El coronavirus que se expande por Italia, el tercer país del mundo más afectado, tiene una víctima colateral en el barrio chino de Milán, paralizado y casi desierto por elección propia de sus comerciantes, que decidieron cerrar por miedo a ser señalados como los culpables.

Un paseo a lo largo de la calle Paolo Sarpi de la capital lombarda, la principal de este Chinatown, arroja decenas de negocios cerrados, desde restaurantes hasta peluquerías, pasando por manicuras, tiendas de reparación de móviles o de venta de ropa.
Un hecho inaudito ante el conocido “estajanovismo” de los chinos y la habitual imagen de tiendas de ciudadanos de esta nacionalidad en cualquier parte del mundo abiertas los 365 días del año y a todas horas.

Milán está a unos 45 kilómetros del principal foco de la epidemia, la provincia de Lodi y el pueblo de Codogno y otros nueve que han sido puestos en cuarentena, y la región de Lombardía es de lejos la que cuenta con más casos de contagios, 258 de los 374 que hay en toda Italia, y donde se han registrado nueve de los doce fallecimientos.

La ordenanza emitida por el gobierno regional el pasado fin de semana, cuando comenzaron a dispararse los casos en Italia, solo obliga a cerrar bares o lugares de diversión entre las 18.00 y las 06.00 de la mañana, pero no dice nada de restaurantes, tiendas de alimentación o boutiques de ropa.

Pero los comerciantes chinos decidieron adelantarse e ir mucho más allá y cerrar sus puertas por voluntad propia y sin fecha de reapertura.

“Aviso. Cierre temporal por epidemia, les rogamos consultar en la página de Facebook “Danny perfumería” para información sobre la apertura”, señala un cartel pegado en uno de los negocios.

“Dadas las circunstancias actuales, el restaurante Yueninlou ha decidido suspender momentáneamente su actividad desde el 26 de febrero hasta una fecha por determinar. Lamentamos las molestias”, expresa otro.

Hay algunos pocos supermercados abiertos, y son los más grandes, los que no son propiamente negocios familiares, entre ellos el Iper Hu Market.

Está dentro de un centro comercial que, aunque iluminado y decorado, está desoladoramente vacío, pero este negocio ha colgado a la entrada principal un inaudito cartel: “Tenemos mascarillas 3M”.

Mientras las mascarillas están agotadas en todo Milán y no se encuentran en ninguna farmacia, en Iper Hu las vendían hoy por 5 euros, y además de las puramente protectoras se exponían otras variedades de mascarillas “fashion”.

El encargado, cubierto con esta protección, como las vendedoras, no permite que se grabe con la cámara y evita contestar a cualquier pregunta, solo constata lo que es evidente, que apenas hay clientela y que el negocio ha caído, aunque no quiere decir cuánto.

En las otras pocas tiendas que están abiertas, los dueños están aburridos en la puerta, también con mascarillas, pero ni uno solo de los ciudadanos chinos que nos encontramos en este barrio está dispuesto a compartir sus impresiones con periodistas.

“El barrio chino está cerrado por respeto a los italianos”, dice a Efe Luca, un trabajador del ayuntamiento que realiza alguna reparación en este lugar y que pide también que “no se tenga miedo de los italianos, porque el virus es mundial”, después de los primeros casos en España importados desde Italia.

El hecho es que el barrio chino decidió parar antes incluso de dispararse la crisis el pasado fin de semana, a raíz de varios episodios de racismo contra ciudadanos de ese país.

Y eso que entre los 374 contagiados en Italia solo dos son chinos, los dos turistas que dieron positivo hace ya tres semanas en Roma, a muchos kilómetros de Milán, y que hoy fueron declarados curados por el hospital Lazzaro Spallanzani donde estaban ingresados.
De nada sirvió que se presentaran a comer en uno de los restaurantes de este barrio el propio presidente de la región de Lombardía, Attilio Fontana, y el alcalde de Milán, Beppe Sala, cuando los ingresos habían caído ya entre el 60 y el 70 %.- Con información de EFE